Bien, haciendo caso a nuestro espíritu aventurero e intrépido, mis amigas y yo decidimos quedar ayer a las 19.30 en Sol para ir a este pequeño pub irlandés que tanto nos llamaba la atención a todas, y ya cenar allí (no quiero omitir el detalle de que nosotras quedamos en Sol y este pub está en Santiago Bernabéu. Aplausito para nous).
Previamente buscamos en Google Maps cómo llegar desde Sol a la Avenida Brasil, pero, inteligentes de nosotras, a ninguna se le ocurrió imprimir el mapa, así que fuimos allá hacia donde nos sonaba que había que ir. Montera, Fuencarral, hasta Metro Bilbao, donde por fin pensamos en que a lo mejor si cogíamos el Metro llegábamos antes.
Nos bajamos en Estrecho, anduvimos todas con seguridad y firmeza hacia el lado derecho de la calle hasta que a una de nosotras se nos ocurrió decir "¿Cómo sabéis que es por este lado?", y como ninguna encontró respuesta, decidimos preguntar cómo se iba al Santiago Bernabéu.
Recorrimos calles desconocidas hasta que llegamos a una avenida bastante grande donde se me ocurrió poner el GPS del móvil, el cual nos decía que estábamos en una calle 3 o 4 manzanas más allá, así que tomamos la decisión más acertada en toda la noche: no hacer ni puto caso al GPS.
Por fin nos indican y encontramos la Avenida Brasil, y allí, a lo lejos, entre el Tomy Mells y el Moby Dick (al cual también quiero ir), nuestro objetivo, The Irish Rover.
Nos dirigimos a él todas decididas y según nos vamos acercando empezamos a notar la falta de pelo y las abundantes patas de gallo entre la gente que había en la puerta fumando (hiperbólicamente hablando). Todo treinteañeros. Nuestra firme decisión disminuía por momentos de tal manera que, sin decirnos nada, pasamos todas de largo por la puerta como si con nosotras no fuera la cosa.
Hablamos de la vergüenza que nos daba entrar en un sitio con gente "tan mayor", e incluso llegamos a pensar en cenar un par de pizzas sentadas en el suelo del parque. Decidimos que, con un par de huevos, íbamos a pasar todas por la puerta, así que volvimos, nos dirigimos hacia el Irish con decisión y coraje y cuando llegamos a la puerta... volvimos a pasar de largo.
Tras las respectivas risas, por no decir llantos, nos provocaba el hecho de que, después de haber ido hasta el Bernabéu, habernos perdido, haber preguntado a 5 ó 6 personas y haber encontrado el maldito pub, no nos atreviéramos a entrar, pensamos (muy a mi pesar) que lo mejor era buscar otro sitio para cenar.
Mi experiencia en el Irish Rover se puede resumir como breve y superficial. ¿Qué me ha parecido el pub? Bueno, pues os lo contaré dentro de 8 ó 9 años, cuando me vea capaz de entrar en ese pub sin pensar que no tengo la edad apropiada. Hasta entonces, seguiremos paseando con decisión y firmeza enfrente de a puerta del Irish Rover, para acabar cenando en el Foster Holliwood de enfrente, pero esa ya es otra historia...