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lunes, 19 de diciembre de 2011

Me gustaría

Me gustaría. Dos puntos. Me gustaría… ¿Qué me gustaría? ¡Pff! Ya estamos otra vez como el año pasado con el Me gusta. Me he vuelto a quedar en blanco y por más que miro alrededor, que imagino cosas… Nada. Es inútil, me acaban de dar un disgusto y ya no hay manera de atraer a la inspiración.
Hago química. No sale (ojalá saliera). Hago mates. No sale. ¿¡En qué estaba pensando el hombre que inventó las integrales!? Me levanto, estoy enfadada, triste, alterada, todo me da mucha rabia; me siento (más bien me tiro) en el sofá, encojo las piernas encima de la mesa, agarro el mando, como si tuviera patas y fuera a salir corriendo de un momento a otro, y miro a la tele con cara de odio en un intento nulo de fulminar al niño que anuncia las pastas Gallo con la mirada. Apunto de soltar rayos láser por los ojos sale una cría con voz de pito promocionando la super mega escúter de Nancy, a la cuál le cambia el pelo de color a razón de si nos encontramos en zona de altas o bajas presiones, y además tiene una cámara de fotos lomográfica en la espalda. Pero lo mejor de todo esn que la Nancy trae un pintalabios para ti.
Sin estar muy segura de si reír o llorar, de repente se me viene a la cabeza el momento en el que abrí uno de mis paquetes de reyes siendo una enana (me siento como mi abuela, porque acabo de pensar: Vaya basura, esto en mis años no lo había). Era una Barbie que traía un bote de purpurina y, aunque no era tan molona como la Nancy de la tele, me encantaba. No sé qué fue de esa muñeca porque la corté el pelo y la escondí tan bien para que no la viera mi madre, que ni yo recuerdo donde la puse. Cómo me gustaría volver a pasar aquellas Navidades con esa muñeca y su botecito de purpurina, y mi madre detrás mía con el aspirador recogiendo la purpurina. Y mi padre riéndose de la situación. Sonrío deseando volver a ser pequeña para reírme otra vez con mi padre, para que vuelva a empujar el barreño amarillo de un lado a otro de la casa conmigo dentro. La verdad es que era muy divertido, pero la relación con mi padre ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Ya no hay risas, sino largas charlas sobre mis estudios, mi futuro y restricciones sobre lo que debo o no debo hacer. Me gustaría poder hablar con él de lo que fuera sin miedo a su reacción, poder decirle lo que realmente quiero y que me apoye sin peros ni reproches. “Papá, quiero estudiar bellas artes, siempre hay salidas para alguien que adora lo que hace y lo que es” (Me gustaría creerme lo que acabo de decir).

Y ahora me quedo absorta pensando en mi futuro. Me encantaría viajar a los suburbios neoyorkinos, vivir un invierno glacial en Moscú, profundizar en mi cultura mod en Londres, terminar viviendo en un estudio en la calle Fuencarral y llenar sus paredes con mis dibujos. Llevar una vida bohemia como los que salen en la tele, poder exponer algún día en una galería de arte y que mis bocetos salieran al final de todos los telediarios y prensa en el apartado de “Destacados”. Me gustaría despertarme cada día junto a la persona que quiero y sentirme querida, llevar a Iván Jr. al cole, que enseñara la portada de su libro favorito y dijera “Mira, esto lo ha hecho mi mamá”, mientras yo me hincho cual palomo, le doy un codazo a la señora de al lado y digo “Mira, ese rubito tan salao’ es mi hijo” (aunque si es moreno le querremos igual). Quisiera ir después paseando al trabajo, aún no tengo claro cuál, ¿cirujano?, ¿psicólogo?, ¿veterinario? Cualquiera siempre que pueda llegar a mi casa sintiéndome realizada. En cuanto al último trabajo… bueno, no sé si siendo veterinaria o no, pero lo que sí me gustaría sería tener un centro para animales abandonados, porque creo que los animales son mucho más nobles que la mayoría de las personas.
Y ahora sí es cuando bajo de la nube y recuerdo el disgusto que ha impedido que me cunda la tarde. Adiós sonrisas tontas de felicidad, adiós sueños, vuelvo a poner los ojos achinados a la espera de que salga el niño de las pastas gallo para fulminarle. Intento parecer enfadada pero de lo que realmente tengo ganas es de derrumbarme. Me gustaría que estuviera prohibido jugar con las personas, que se vetaran las mentiras, las falsas sonrisas, quisiera aplicar la Ley del Talión a aquellos que me han hecho pasarlo mal, que sintieran lo que yo he sentido y que lloren lo que no he llorado…
Otra larga pausa. Cinco, diez, quince minutos de anuncios, y los que quedan. Me gustaría que no hubiera tanta publicidad, aunque ya no la miro, estoy absorta en mis pensamientos, ensimismada. Pienso en lo que he querido, lo que he soñado, las muchas y tantas ilusiones que quedaron prendidas en el aire, cosas que me hubieran gustado y no han sido. Y un sentimiento de algo que no sé describir me oprime el pecho y hace que me escuezan los ojos, escozor contra el que yo sigo luchando. Pienso en el porqué de esos deseos perdidos y acabo deseando yo algo: que estas ilusiones no se desvanezcan cada vez que bajo de la nube y tener el valor de luchar por ellas. Realmente, quisiera tener el valor y la confianza para luchar por mí y por lo que valgo, porque siento que tengo mucho que decir y el rechazo a mí misma me lo impide. Quisiera derruir mi fachada, esa que está formada por mis miedos y complejos  y aprovechar cada oportunidad que se me ofrece.

Pienso en mis hermanos. La gente puede pensar que resulta cargante el oír tanto de mis hermanos, pero a mí me parecen un verdadero ejemplo a seguir. Ayer estaban escribiendo la carta a los Reyes Magos, sonriendo, llenos de ilusión, una ilusión y una alegría que no se acaba. Mi hermano lleva tres Navidades reclamando a Baltasar su Scalextric, y por cuarta consecutiva lo escribe en la carta, y está segurísimo que este año cae. ¡Pobre iluso! Creo que nuevamente se va a encontrar un pijama más para su colección al lado de los zapatos (me gustaría llegar a entender algún día porqué las abuelas siempre regalan pijamas). Quisiera, y aunque me repita, volver a ser niña, quiero tener otra vez esa ilusión, esas ganas de comerme el mundo, ese sentimiento de pensar que todo lo puedo.
Y ahora cojo un lápiz, un papel y me dispongo a hacer algo de lo que mi cabeza se burla, pero mi corazón pide a gritos:
“Queridos Reyes Magos:
Lamento haber estado tanto tiempo sin escribiros. ¿Qué tal os va? No me voy a enrollar, ya sabéis que yo siempre soy muy buena y hago caso a papá y a mamá, y por eso, este año me gustaría recuperar esa chispa de ilusión que tan oculta parece que tengo porque al fin y al cabo, ¿de qué valen tantos me gustaría si no tengo la ilusión de que algún día llegarán a cumplirse?”

domingo, 11 de diciembre de 2011

Quiero crecer...

Quiero crecer, quiero tener cuarenta años, quiero haber terminado la carrera, tener encaminada mi vida, quiero tener mi casa, mis normas, quiero tener una vida ajetreada, quiero tener problemas económicos, quiero tener mil preocupaciones en la cabeza, que me diagnostiquen estrés, quiero tener que endeudarme para pagar mi piso, tener que pluriemplearme  para pagar mi deuda, quiero tener coche, preocuparme por poder pagar la gasolina y el seguro, quiero levantarme como todas las mañanas con la hora pegada al culo, tomarme un café asqueroso y salir corriendo a dónde quiera que trabaje, quiero que me suene el móvil sin parar hasta que se colapsen las líneas de movistar…  quiero no tener tiempo para pensar en lo que duele.
Quiero tener la superficialidad de una cuarentona, cuya afanada vida únicamente le concede el tiempo necesario para preocuparse por sobrevivir al día a día, para poder abonar lo pendiente, llegar a fin de mes, para comer cuando no quede más remedio… Quiero no tener que ocuparme de lo que siento porque no encuentre el momento.
No quiero sentir felicidad, sólo quiero no sentir. Quiero no tener tiempo, quiero no pensar, quiero crecer…

domingo, 4 de diciembre de 2011

Es obvio que nada es para siempre...pero dure lo que dure será una de las experiencias más bonitas de mi vida.


Como lo prometido es deuda, dije que te iba a dedicar una entrada y aquí la tienes. No me quiero enrollar haciendo la típica dedicatoria de "APS", "F4E" y esas ridiculeces que se ponen para que la agenda quede bonita... Sabes de sobra que yo no soy así. Tal vez soy más sosa de lo que debería, pero eso tambien lo sabes... Sabes tantas cosas que no se que ponerte. Tal vez lo que nunca te dije:
Que me has enseñado a tener una actitud más tolerante frente a todo, a dejar de quejarme y reirme de la vida, a intentar sacarme yo sola las castañas del fuego aunque todo se quedara en un simple intento, me has apoyado en mi intento de ser un colador a grandes rasgos, has hecho que ya no me impresione al oír barbaridades y atrocidades sexuales, que al centro se llega antes si coges directamente la línea cinco, que comprar bombillas se puede convertir en la cosa más divertida del mundo, que nadie nos valora pero somos guays y felices, somos mejor que el sesi, que la fuente de tu barrio es un lugar mítico, que un pueblecito sin gente se puede convertir en el mejor lugar de vacaciones, que me des una copita que el chupito no me da pa' na'....

Bueno... que lo sabes todo, que qué te voy yo a contar sino son cosas que nos rayan ya de tanto escucharlas. Pero de todo esto, me quedo con que en éste último año estoy compartiendo mis mejores momentos con una persona maravillosa y que, aunque sea obvio que nada es para siempre, dure lo que dure, ésta será una de las experiencias más bonitas de mi vida. =)

Los buenos momentos nunca se olvidan y son las personas con las que los vives las que al final dejan huella allá por dónde pasan... He aquí la prueba

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Me gusta

No hay cosa que odie más que llegar a mi casa cansada después de todo el día y tener que ponerme a hacer deberes. ¡Uf! Miento. Mis hermanos han vuelto a meter la mano en mis cajones. Creo que a eso lo odio más aún. Aunque luego en el fondo me cautiva esa risa tintineante que sueltan cuando corro detrás de ellos para echarles la bronca.
Bueno, ahora se supone que me tengo que poner a hacer el Me gusta. A ver: “Me gusta… me gusta…” ¡Pues no sé lo que me gustará, pero lo que sí sé que no me gusta es que no se me ocurra nada para este tipo de cosas! Vale, venga, relájate. Voy a mirar por la ventana, eso siempre me alivia mucho, ver a gente que no conozco de nada pasear por la calle, pensar que no la voy a volver a ver, que ese instante es único… Me encanta.
¡Anda! Ese perro se parece a Pachín. ¡Como me gusta mi perra! Sobre todo cuando se sube a mi cama para despertarme por las mañanas, o cuando ladra a la vecina de la casa de la esquina, siempre me saca una sonrisa.
Voy a cerrar el cristal, fuera hace fresco. Adoro estos días fríos y nublados, le dan a la calle un toque de bohemia que me recuerda mucho al centro de Madrid. Me maravilla perderme por esas callejuelas de la zona de Fuencarral, hacer como que cierro los ojos y dejar que mis amigos me guíen a sólo Dios sabe qué sitio, pasear por Serrano y decir que esa casa es mía, los vagones retros de la línea 6… Me gusta soñar con ese estilo de vida libre y bizarra que todo esto me evoca.
Y ahora que estoy en las nubes se me vienen a la cabeza muchísimas cosas que me encantan, me embelesan y me hacer reír a carcajadas: Los ejemplos tan disparatados de Henar, Xavi, el ensimismamiento que tenemos Inés y yo con nuestro chico Vodafone, animar a Santi durante sus entrenamientos de fútbol, Villa,  picarme con mi primo Dani jugando a la Play, hacer apuestas con Edu y luego ver lo bien que le sienta la camiseta del Barça, girarme en clase, quedarme a dormir en el campo con mis amigos la noche de San Isidro, algunas colonias, soltarme de manos en el Abismo, discutir con Carol sobre catalanes, Johnny Deep, bañarme en mi piscina por la noche…
¡Adiós tranquilidad! Acaban de entrar mis hermanos por la puerta. Ese escándalo me pone de los nervios. Y encima ahora me tengo que limar una uña que se me ha roto y ese sonido me da escalofríos. Para colmo entra mi hermano en mi habitación a devolverme el libro que me había quitado antes del cajón, finalmente el ladrón vuelve al lugar del crimen. Le grito y le echo de malos modos pero antes de que se vaya veo cómo una lágrima se derrama por su mejilla. Me entristece verle llorar. Miro el libro que me había devuelto mi hermano tirado en el suelo.
Creo que yo no tengo cosas que me gustan o no me gustan, tengo personas que quiero, junto con las que disfruto y estoy a gusto, y junto con las que comparto momentos únicos. Son precisamente esos momentos los que hacen que algo me guste, pero sólo porque guardan la esencia y el recuerdo de los buenos momentos vividos con aquellos a los que adoro.
Y ahora voy a tumbarme en el sofá con mis hermanos, a leer los tres juntos el libro que han “tomado prestado” de mi cajón, mientras escucho esa risa tintineante que tanto me enajena.
                                                                                                        12/01/2011