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lunes, 12 de noviembre de 2012

Queda prohibido

El otro día estuve en un Congreso de Gepac sobre el cáncer en el Palacio de Congresos de Madrid. Una actividad que en principio iba destinada a conseguir créditos se convirtió en una experiencia que me abrió los ojos, me hizo sensibilizarme y me ha hecho dejar a un lado mi obsesión con la carrera de medicina porque me he dado cuenta de que yo, como enfermera, puedo hacer muchas cosas, puedo sacar sonrisas y escuchar un tierno gracias de un paciente.
Vi un coro de señores con traqueoestomías, cantando gracias a su esfuerzo, mujeres con masectomías con una vitalidad que asustaba, personas que han tenido tumores cerebrales como organizadores de toda aquella actividad para que realmente se conociera su caso, para ayudar a personas que estaban perdidas, que necesitaban ayuda, a las cuales también vi allí.
Pero sobre todo vi a mucha gente con ganas de luchar, agradecidos por seguir aquí. Nunca vi a tanta gente junta que, en vez de compadecerse por su caso, se unen, ríen, son felices, cuentan su experiencia y te ayudan con una sonrisa. Realmente me emocioné, me hizo despreciarme a mi misma por no amar lo que tengo y hacerme la infeliz al desear lo que no tengo.
Ahora, gracias a esas personas, siento una nueva vocación de ayudar a los demás sin necesidad de abrir cabezas, cambiar corazones y ver mucha sangre. Yo puedo ser ese apoyo que muchos pacientes necesitan, y parece mentira que esta lección me la hayan enseñado las personas a las que yo supuestamente tendría que ayudar. Ellos me han ayudado mucho más a mi.
Una cosa que se me quedó grabada a fuego fue unas palabras que me dijo Óscar, organizador de las ponencias sobre tumores cerebrales y paciente de éstos "El cirujano me operó, pero si hay alguien que me hizo sentir una persona y no un número de cama, fueron las enfermeras" GRACIAS.

Y aquí un poema que está atribuido a Pablo Neruda, muy oportuno para la ocasión, que indica precisamente lo que aprendí el otro día durante el Congreso.